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El DIA

Esperé tanto este momento que la ansiedad no me dejó dormir anoche. Ya estaba todo preparado y sólo tenía que esperar algunas horas más para no corromper mis tan organizados planes.
La mañana del día en que no pude dormir fui de compras. Junté todos mis ahorros y salí. Sin saber bien qué comprar me hundí en cada mercado que encontraba en el camino para recorrerlo y seleccionar de cada uno lo mejor.
Lógicamente no encontré nada bueno, y sólo me compré un par de medias rayadas para ocupar mi ya inútil dinero... esas que son medio transparentes y llegan hasta la mitad de la pierna.
Las compré en un burdel.
Mi extraña apariencia y mis peticiones asombraron a esas mujeres trabajadoras de la vida. Me ofrecieron toda su variedad de servicios y extravagantes accesorios para desvíar mis ganas de comprarme eso que estaba buscando, pero nada me convencía y tampoco nada era lo que buscaba.
Llegué ahí por casualidad, pero creo que mi alma de puta sabía que era allí donde tenía que estar en ese momento, lo sabía desde el momento en que abrí los ojos por primera vez. Estaba escrito en mi lista de 'acciones'.
Por un momento me entusiasmé, pero ni mi cuerpo ni mi alma estaban para esas andanzas, y después de intercambiar algo de la poca información que llevábamos en la cabeza me fui de allí. Me fui feliz con mi auto-regalo, ese par de medias olorosas y brillantes como el sol, que siempre había querido usar, esas medias de puta.
Seguí mi recorrido, pero ya todo era sufiente para mi corazón y sin tantas vueltas volví a casa donde nadie me esperaba.
A la tardecita del día en que no pude dormir ordené mis cosas. Releí cada nota que escribí durante toda mi vida en esos viejos cuadernos enumerados del uno al ciento setenta y uno. Me agarró nostalgia de mí, de lo lindo que mi mente se expresaba y de cómo a veces dejaba que mis hormonas escribieran por mi razón.
Me pasé la supuesta cena rememorando letras y aromas que ya no significan nada para nadie, pero que en algún otro momento de mi existencia fueron los más grandes estimulantes de mis objetivos y ambiciones. Y me acosté.
Mi tranquilidad me asombraba, lo que hacía percatarme del hecho de esta PAZ y ponerme totalmente nerviosa. Ya no había vuelta atrás, ya no la quería. Sólo quería dormir. Hacía meses que buscaba un remoto sueño aunque sea algo borroso y sin sabor, lo buscaba por horas y horas enloquecida por mis frecuentes fracasos. Horas interminables de infinita lucidez y rebuscados pensamientos desgastados por la cantidad de veces que dieron vueltas por mi chica cabeza. Y yo sólo quería dormir.
Un día y durante algunos meses encontré mi sueño y dormí cuanto y cuando quise.
Dormí hasta que mi mundo se transformó en una nube irreal de sueños histéricos, de luchas entre dioses, de fantasías infantiles llenas de hadas y duendes, de orgasmos múltiples y sabrosos, de pecados y arrepentimientos, de amores fantásticos y mal desarrollados, de incestos contados y de mí. Vivía irrealmente feliz y lo sabía, porque también sabía que nunca había conseguido la pura felicidad.
Organicé todo y me fui a dormir esa noche en que no pude dormir.
El amanecer del día después de esa noche en que no pude dormir fue inimaginablemente bello. Lo vi así porque ese era mi día, yo lo había elegido y escrito a la perfección sólo para mí.
Exitación pura corría por mi sangre.
Me levanté, desayuné y entré a la ducha para darme un baño de horas. Salí hecha una pasa de uva y me vi hermosa frente al espejo empañado. Me llené del perfume más fuerte y sensual que tenía en el armario. Me cambié con la ropa que había seleccionado el día anterior, pero no me había acordado de las medias de puta que había comprado, ya no me emocionaban, las agarré de la mesita de luz, las olí profundamente para llenarme con ese exquisito olor a puterío barato y me las puse intentando no inventarles ningún otro agujero. Me peiné como nunca y cuidé de que mis dientes relucieran. Un poco de polvo para mis cachetes y terminé.
Faltaban quince minutos, porque todo lo había predicho con tal perfección que mejor no pudo salirme. Preparé mi té de las tres para no romper con mi rutina, pero lo dejé sobre la mesada de la cocina, sin probar si quiera. Salí de allí, pasé por la galería que comunicaba mi comedor con el hermoso patio que había creado y mantenido durante años y me detuve por un segundo a observar el maravilloso día que me había creado y que ya se estaba acabando. Miré mi reloj, eran las 5.09.
Era mi día, era mi hora dentro de seis minutos. No podía ser impuntual.
Me observé nuevamente en el espejo, arreglé el cuello de mi camisa, miré hacía atrás descubriendo toda mi casa y salí al patio. Caminé hacía el centro, allí me esperaba el grueso árbol invadido por miles de diferentes enredaderas y miré hacía ti, 5.12. Subí la escalera que se apoyaba en ese árbol. Pensé las cosas que me había olvidado de pensar en todo este tiempo en que la vida me llevaba y esperé mi hora. Ya estaba sobre el último escalón, 5.14. Me acomodé. 5.14 30 segundos. 5.14 40 segundos. 5.14 50 segundos. 5.15.
Idd*

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