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mamá ADELE

Que tu nombre de vueltas por mi mente es suficiente para que mi panza empiece a odiarme. Anoche, en medio del frío, pensé en todo lo que no fuiste, en lo fracasado que resultaste y en cuánto nos jodiste. Las mentiras son mi juego favorito. Aprendí de papá que no paraba de viajar con su inútil trabajo… que se inventó una vida digna, un pasado perfecto, para que nada pueda influirnos de mala forma, para no darnos la oportunidad de jugar a vivir como queremos.
Él era el bueno, sincero, amable, laburador, buen amigo y esposo… él era él. Nosotras, en cambio, no cumplíamos con ninguno de esos adjetivos y creo que eso me atormentó algunos años de vida, pero sólo hasta que me vi íntegra y llena en plena adultez. La adoración que todos sentíamos hacía el, decayó rápidamente con cada grito violento que nos recitaba a diario. Los vasos de vino barato, ácido y asqueroso rodaban por la mesa de la cocina rápido, rápido… como ahora van las ruedas de mi carro. Lo estoy llevando. Los hijos mayores cumplen responsabilidades que los otros vagos no. Yo organizaba el antro familiar, pero los pendejos de mis cuatro hermanos menores no hacían más que molestar. Oscar dice que son demasiado pequeños y que debo tenerles paciencia… yo los amo, sé que no son ellos el problema, pero mi alma esta cansada y sangra odio de a chorros. La familia que nos parió. El cáncer de mamá no tenía pensado parar y así creció. La última comida fue pollo que ella misma preparó y cocinó con esmero. Se había arreglado y maquillado los flacos cachetes. Era tanta la cantidad de pintura que se había puesto para disimular la transparente piel que todos los sentados alrededor de la mesa sentimos pena por ella. Eso me brotó los cachetes. El orgullo de esa madraza la mantenía activa. El amor le salía por sus ojos mojados. Creo que por eso ella ya no miraba a papá, para no convidarlo con lo que le quedaba de su amor. Ya nadie lo miraba en realidad. Comimos callados, a nadie le pasaban los bocados, pero ni se nos ocurrió dejar comida en el plato. Esa noche hablamos. Me contó su historia y terminó su vida trastornando la mía.
Que hija de puta que había resultado.
Me contó de su resentida y aburrida vida. Me contó de su amargo matrimonio y así siguió y siguió hasta que paró de girar su vida.
Salí de la habitación sabiendo cuáles eran los pasos que mi mente iba a correr de ahora en más.
Mi ira creció hasta ahogarme.
Fui a buscar a Oscar, necesitaba su auto. Me lo dio así sin más. Volví a casa y me quedé ahí, frente a la muerta. La gente ya se había ido y mis hermanos ordenaban la mugre que la gente nos había dejado. Fui a la pieza de la cama grande y ahí me lo encontré.
Era tan gordo, tan oloroso y mugriento que no era necesario que mi mente buscara más motivos para justificarse y excusarse. Las pruebas eran claras, incluso te gritaban para que las sientas por todos tus sentidos. Roncaba como un cerdo recién lleno de podredumbres. Es asqueroso. Babeaba. Una de sus manos rascaba su chico sexo.
Pobre Adele, qué grandiosa alma. Cuánto tuvo que soportar.
Pero bueno… yo no iba a pasar por lo mismo. Abrí mi bolso, saqué lo que me había robado de por ahí y canté. Canté. Canté la canción que mamá siempre tarareaba. “… Eran las nueve cuando le dije a mi negrita que si me amaba que me diera su retrato… y ella me dijo para qué si te amo tanto… sólo la muerte hoy nos puede separar. Justo ahí sentí los seis balazos… me quitaron a mi negrita de los brazos… me di vuelta con mi pistola en la mano y maté a sus hermanos y a un cuñado…” Laralaralara…
Canté alto alto, igual no era necesario. Nadie se asustó.

1 comments:

La verdad senti la necesidad de postear algo mas que meras felicitaciones, pero en fin... Me parecio muy muy bueno.Felicitaciones....


PD:Cuando publiques tu libro avisame...:D

8:57 PM  

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