Blogger Template by Blogcrowds

hemorragia

Cuando siento que todos los líquidos de mi cuerpo comienzan a moverse enloquecidamente, cuando empiezan a hervir dentro de mí y a aumentar en sólo unos pocos segundos hasta hacerme sentir que estoy a punto de explotar como un globo super-inflado... ahí, en ese momento es cuando mi exitación se transforma en malestar mental. No por el mismo hecho de estar provocándome placer (causa de muchas vergûenzas anteriores), sino por estar frente a mi otra vez, por descubrirme. Me veo y siento desprecio, me doy pena... esa pena y lástima que sólo alguien que ama realmente a otro puede sentir hacía esa persona que se está degradando y pudriendo ante sus narices.
Como las frutas de mi cocina, llena de hongos y gérmenes me veo. Infinita pena.
Y me caigo. Los niveles de sangre, que me hacían explotar, decaen y las sensaciones, totalmente opuestas a las primeras de amor, me rompen el alma y trastornan mi tranquilidad forzada. Siento que me voy vaciando de a poco. Mi cuerpo me está abandonando, ya no quiere seguir conmigo, ya no encuentra entusiasmo y quiere dejarme.
Se me escapa la sangre, chorrea gota a gota. Se me vá mi alma por la punta de los dedos, mi lengua sangra despacio y dulcemente, intento tragar algo de mí pero ya no tolero tanta mugre.
Me caigo a gotas finas, casi incoloras... sólo me voy. Consciente de que mi cuerpo al fin reaccionó ante mis incontables plegarias de abandono, me siento feliz y rio como nunca. Armónica y bella me estoy convirtiendo en paz.
Acaricio con mis manos y labios el sueño que tanto idealicé en mis pedazos de mente y otra vez festejo mi felicidad plena.
Y ahí... cuando sólo faltaban un par de litros para convertirme en esencia purificada, otra clase de consciencia sensata vuelve a mi. (Mis tantas consciencias me juegan sucio). La sensata intenta llorando a gritos juntarme. Arrastra sus manos, largas de dedos finos y uñas rojas, sobre el suelo y las junta para agarrar algo de todo lo que dejé caer de mí sin más. Arrodillada en el piso, pintada de rojo amor, me mira. Piensa en quedarse ahí, tirada junto a mis líquidos derramados, pero al verse en mis ojos casi coloreados de muerte, vuelve a bajar la vista y se acerca más al piso. Quiere olerme, sentirme, me ama. Baja aún más la cabeza y empieza a lamerme... me absorbe desde esa sustancia, ya un poco más espesa, en la que me fui convirtiendo. Ya no le importa cuán limpio o sucio está eso que traga, sólo quiere devolverme.
Lamió y tragó hasta que las arcadas se transformaron en sustancia, hasta que el olor cegó sus sentidos.
Ya no miraba hacia arriba para ver mis ojos... ya no me miraba reaccionar.
Ella, mi tan hermosa ella, lamió lo suficiente.


Idd*

0 comments:

Newer Post Older Post Home