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Su voz me gritaba en el pecho...

Su voz me gritaba en el pecho. Qué bueno había sido nosotros, qué simpático era y cuánto conocimiento nos compartía.
El cuadro que pintó frente a mi lo reflejaba desnudamente, tan así era que no quise llevármelo para no arrancarle un pedazo de él mismo.
No lo conocía.
Cuando lo crucé diecisiete días atrás me volví porque lo escuché putear a la baldosa con la que se había tropezado.
Me paralizó.-

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